Género y autoestima parecen estar reñidas en el caso de las mujeres. Van en direcciones opuestas, de manera que cuanto más nos ajustamos al estereotipo de género de mujer, menos probabilidades tendremos de valorarnos a nosotras mismas.
El género es un constructo social que atribuye determinando roles, expectativas, aspecto, comportamientos, sentimientos, pensamientos, valores y normas sociales a cada sexo, conformando lo que en cada sociedad y en cada tiempo se considera “femenino” o “masculino”.
¿Cómo funcionan los mandatos de género?
Son normas implícitas que no reflejan lo que somos hombres y mujeres necesariamente, sino lo que debemos o deberíamos ser cada uno. Se transmiten a través de una socialización diferenciada, de los roles y comportamientos vistos y aprendidos en la familia, de mensajes recibidos en la escuela, en los medios de comunicación, etc.
Por ejemplo: las mujeres debemos ser y estar guapas, no tenemos vello en el cuerpo, debemos ser madres y/o realizarnos a través de la maternidad, las mujeres somos sensibles, somos cuidadoras, debemos sacrificarnos por el bienestar de l@s demás, somos armoniosas y mediamos en conflictos, no gritamos ni nos enfadamos porque tenemos que ser muy comprensivas, etc.
También hay mandatos para el género masculino. Pero a ellos les toca la parte mejor valorada socialmente. Ellos deben ser fuertes (física y emocionalmente), deben estar dispuestos a tener sexo siempre, proveer económicamente, etc.
Los mandatos son mandatos por algo. Incumplirlos implica saltarse las normas, ser mal@s, no hacer lo correcto, sentirse culpable o tener que sufrir una penalización que consiste en el desprecio y en la crítica de la sociedad (que vela por el cumplimiento de los mandatos).
En el caso de las mujeres, sacar los pies del tiesto, en el mejor de los casos suele conllevar el mensaje de “estás loca” o «esa está loca» (tratando de anular nuestro discurso de esa manera) y en el peor, la propia muerte (la mayoría de los asesinatos por violencia de género en nuestro país ocurren en el proceso de separación y/o divorcio).
¿Qué es la AUTOESTIMA?
La autoestima es una brújula que nos guía hacia nuestro bienestar. Es lo que nos dice que nos merecemos las cosas buenas que nos pasan. Es el afecto que siento hacia mí misma, cuánto me quiero y cuánto de satisfecha estoy conmigo misma.
Si cumplimos los mandatos tradicionales de género para las mujeres, nuestra brújula no nos guiará hacia nuestro bienestar. Nos guiará hacia el bienestar de las personas con las que convivimos o que forman parte de nuestro entorno, porque como mujeres debemos sacrificarnos, ser entregadas y velar por el bienestar de otras personas. Esto hará que tengamos dificultades para dedicarnos tiempo y/o energías a nosotras mismas (excepto para cuidar nuestra apariencia física). Y en caso de conflicto entre nuestras necesidades y las de otras personas, tendremos el malestar casi asegurado porque o bien no cubrimos nuestras necesidades o bien nos sentiremos egoístas y culpables por hacerlo.
Pero además, la sociedad no es igual de normativa para unas que para otros. Es decir, el rango de comportamientos adecuado para las mujeres es muy reducido (si soy ama de casa y me dedico en exclusiva a criar a mis hij@s soy una maruja aburrida, si trabajo fuera de casa soy una egoista y mala madre, si trabajo dentro y fuera soy una pringada…). Casi cualquier comportamiento es criticable en una mujer, mientras que el rango de lo adecuado para los hombres es muuuucho más amplio. Solo comportamientos muy extremos (y delictivos mayoritariamente) son criticables en ellos.
“Una mujer que no se gusta a sí misma no puede ser libre, y el sistema se ha preocupado de que las mujeres no lleguen a gustarse nunca”. Beatriz Gimeno.
Este doble standard (que hemos interiorizado) hace que muchas mujeres tengan la sensación de que son «defectuosas», o que no hacen las cosas suficientemente bien, criticándose a sí mismas e inviertiendo muchas energías y tiempo en intentar «encajar».
A la vez, la interiorización de los mandatos de género hacen que anticipemos que nos vamos a sentir mal y/o nos autocritiquemos si no cumplimos alguno. Criticarnos, juzgarnos, vigilarnos, castigarnos, etc. cuando es una tónica habitual daña nuestra autoestima gravemente.
Superar los mandatos de género y librarse de los que no van con nosotras nos proporcionará una mejor relación con nosotras mismas, nos librará de la culpabilidad y de la vergüenza, mejorará nuestra calidad de vida y nos permitirá establecer relaciones de cooperación y respeto mutuo con otras personas.